Pensé entonces que si me hubiesen hecho vivir en el tronco de un árbol
seco, sin otra ocupación que la de mirar la flor del cielo sobre mi cabeza, me
habría acostumbrado poco a poco. Habría esperado el paso de los pájaros y el
encuentro de las nubes como esperaba aquí las curiosas corbatas de mi abogado y
como, en otro mundo, esperaba pacientemente el sábado para estrechar el cuerpo
de María.
-Camus, El extranjero-
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